domingo, 25 de abril de 2010

Interrogaciones, Guillermo Ibáñez

I

Quién se aparta cada vez más
del ruido y de las voces,

espera ver reaparecer una presencia
detrás de los pliegues del olvido
para realizar el milagro del amor.

Quién camina las noches
las sigilosas madrugadas
errando con las estrellas.

Quién ha confundido la vida
con las inextricables marañas de
los libros durante tantos años,

se sienta en la orilla de un río,
pone su mirada en la corriente
y siempre es el momento de partir.

Quién callará su palabra, cuando
perciba la sordera del mundo,
subirá las escaleras de su buhardilla
para encontrar el silencio del humo,
mientras innumerables poetas
de todos los tiempos
aguardan en los anaqueles
el rescate de una noche, para vengar
con dolor y goce sus vidas.

Quién abrirá las ventanas de su cuerpo
a las estrellas y a cada nuevo sol,
que ofrece cada día una prueba,
suscribirá un manifiesto contra
el hambre o un gobierno,
y aceptará que los demás
lo enrolen en la demencia.

¿Quién es capaz de descubrir
la vida en un poema?

¿Quién estará tan atento para arribar
a Whitman, Pound, Milosz?
y descubrir en ellos, un hermano,
un espejo de uno mismo.

Quién aceptará la nostalgia
en la memoria del presidio,
se hará abstracción, signo,
oscuro visitante del alcohol,
desapercibido espectador de
todo lo circundante,
y a la vez visor de lo ínfimo
no visto,
que lleva a cuestas su universo.

Quién no distinguirá la vigilia
del ensueño, más que nosotros,
nuevos, primigenios,
eternos lobos esteparios.

II

Qué sinfonía reconocerán las sombras,
qué colores percibirán los ojos
cuando todo llegue a ser reflejo,
se diluya la ilusión del mundo
nos enfrentemos a los propios rostros.

Qué vano límite marcarán las fronteras,
qué desolado paisaje presentarán
los papeles sin letras,
si hasta ahora hemos transitado
sólo ruido de palabras sin sentido.

Qué nueva experiencia será la noche,
qué color distinto dará la señal,
qué estrella comenzará a brillar
en este páramo,
para guiarnos en los caminos de la muerte.

III

Un amigo se suicida al amanecer.
Pasan las horas.

La tarde gira lenta y gris sobre mis ojos.
El ocaso es como el fin y como la muerte.

Lo que después de la luz ha de venir
no me desespera ni lo temo.

Todo es noche.

Un amigo en Oliveros muerde barrotes
si es que el golpe eléctrico le permite morder.

Otro en la calle tiene hueco
el lugar de los dientes.

Ese amigo en el trabajo,
tiene atado el corazón y medida su alma.

Aquel en la abundancia olvida al prójimo.
El enamorado se olvida de sus amigos.

Un intelectual olvida las cosas triviales
y un trivial amigo no piensa en nada.

Qué hago aquí. Acaso compadecerme de ellos
o de mí mismo.

Acaso merezco saber lo que nos pasa a todos.

La tarde gira lenta y gris hacia la noche.

Entretanto, deambulo por las propias fronteras.

IV

Qué significado tendrá ese crecer hacia nosotros,
si sabemos que la muerte, próxima o distante
pero siempre ahí presente nos aguarda,
como anulando cada espera,
cada acto, como juzgando cada pretendida
huida del hastío.

Qué significado doloroso y sombrío;
no olvidar que todo es un camino hacia ella,
que el afán se pierde en la conquista y
siempre inventamos nuevos escalones
para justificar esa injustificable lucha diaria.

Qué significado preguntar el sentido de las cosas
si los ciegos gozan lo que vemos; añoran paisajes
y distancias, que nosotros tratamos de borrar.

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