domingo, 16 de junio de 2013

Tantálica, Antonio Aliberti



Nos enamoramos de la noche
porque acumula los sueños de días muy largos.
Todo lo acumulado se ve a través de un velo
picoteado por las aves magníficas de la memoria;
pero no hay forma de mirar por las hendijas
que la escarcha va dejando en los ojos de los muertos,
porque los muertos, cuando menos se espera,
salen a caminar por las ramas de los árboles
y, desde lejos, parecen manzanas ahorcadas,
juegos de palabras, signos de interrogación
de preguntas que nadie ha elaborado todavía.
Hay sin embargo un dios en cada uno
y es ese dios que gobierna nuestros actos
cada vez que el cúmulo de días y los sueños
se funden en noche muy oscura,
donde las aves magníficas empollan
sobre un viejo fuego solapado;
y la memoria avanza, nos supera,
se ubica cada vez más adelante,
como un futuro que nunca alcanzaremos,
siempre en fuga,
siempre más allá de nuestras intenciones.

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